Cuando
llegué a la iglesia, algo tarde, Micael estaba parado en la puerta, esperando
que llegue su novia y poder recibirla. Lo saludé con cariño, nos dimos la mano,
él me sonrío pero percibí cierta tristeza en su mirada, cierta preocupación en
él, pero como había llegado algo tarde no quise ahondar más con preguntas
incomodas. Entré y me senté en el lado del novio, mientras recuperaba el
aliento y saludaba a algunas personas presentes en la iglesia.
A
Micael lo conocí muchos años atrás cuando trabajaba en la Aduana, yo era
bastante joven y él algo mayor que yo. Tenía que presentar un informe escrito
de unos equipos dañados y por mi poca experiencia estaba nervioso de saber si había
hecho bien el informe o no. De todos los compañeros que tenia, solo él se me
acercó y me preguntó si podía ayudarme en algo. Su nobleza de persona se le
podía percibir en su manera de tratar y en su voz.
–No
sé si he hecho bien este informe. –dije bastante preocupado.
–No
te preocupes, yo te voy a ayudar. –dijo calmadamente. Él lo leyó, me pidió que
nos sentáramos y empezó a corregirlo con su lapicero, en minutos lo termino de
corregir.
–Está
bien, la descripción está perfecta, llena de detalles, sólo he corregido el
tiempo cronológico en que han sucedido las cosas, lo demás está bien, escribes
muy bien. Imprímelo y preséntalo al toque. –dijo sonriendo, dándome palmadas en
el hombro.
Lo
volví a imprimir, lo firmé y él me acompaño a presentarlo a la gerencia. Mientras
caminábamos a la gerencia, él me contaba que la semana próxima era su
cumpleaños y que le gustaría mucho que esté yo presente. Encantado, le dije. Desde
aquel día nos hicimos amigos, desde aquel día no dejamos de estar en contacto.
Y
hoy, años después, está parado ahí en la puerta de la iglesia esperando a que
llegue su novia de hace más de tres años.
Con
el transcurrir de los segundos fui entrando en calma y recuperando la
tranquilidad de haber llegado tarde y casi corriendo. Me di cuenta que algo no
estaba bien. Que algo faltaba y que algo carecía en aquel lugar. En el ambiente
se percibía cierta angustia y ansiedad. Los invitados del lado de la novia se
susurraban cosas al oído, y uno que otro valeroso miraba hacia afuera y
observaba a Micael. Luego me di cuenta que Micael no debería estar parado en la
puerta, y pensaba que debía estar parado cerca al altar, esperando a que el
padre de Jenny la novia, la entregue en aquel lugar. Pero, no estaba ni el
padre de la novia, y lo que es peor; no estaba ni la novia.
Miré
mi reloj y eran las 11:45 de la mañana, y recordé que en la invitación decía
que la boda sería a las 11:00 en punto. Micael llevaba esperando ya 45 minutos
en la iglesia y la novia no se aparecía. Puta
madre, dije. Me puse de pie y me acerqué a Priscilla la prima de Micael, la
saludé. Ella estaba pálida, mirando fijamente la imagen de Jesús, cómo rezando
en silencio. No sabía cómo preguntarle, que pregunta usar para no joder más el
momento. Me quedé pensando unos segundos que decirle, sin parecer entrometido y
atrevido.
–¿Sucede
algo malo? –Le pregunté. Priscilla no volteó a verme, respondió sin dejar de
ver la imagen de Jesús fijamente, como hipnotizada.
–La
mierda esa no se aparece aún. –dijo secamente. Cuando dijo “La mierda esa” se
refería a la novia.
La
chica que estaba a su lado le dijo algo al oído y ellas se miraron un momento,
y luego volvieron la mirada bruscamente.
–Priscila,
las novias siempre demoran en llegar. –dije. Luego me sentí un reverendo huevon
de decir eso.
–Sí
ella no llega en cinco minutos el cura empezará la siguiente boda –Dijo
Priscilla apretando los dientes–. Ni siquiera ha llamado, ni para avisar que
está en camino. La he llamado y su celular está apagado. Esta cojudez va a
terminar mal.
Laura,
la hermana de Micael se acercó delicadamente a Priscila su prima y le pidió que
la acompañe al altar para hablar con el cura. Laura me vio y me saludó con un beso prolongado en
la mejilla, me tomó de la mano, la apretó fuerte y caminamos con su prima Priscilla
hasta donde estaba el cura.
El
cura estaba con las manos juntas, con la mirada baja, al llegar a él, su
expresión era la de un ser desprovisto de todo sentimiento, nos miró muy serio y
casi ni se movió.
Nos
hizo una seña para que lo acompañemos a un lado del altar, se puso las manos en
la cintura. Esto nunca ha sucedió en mi iglesia, jamás, señoritas –dijo muy
molesto.
–Soy
la hermana del novio, padre. Y esto tampoco esperábamos que suceda. –Dijo Laura
haciendo una mueca de rabia, con los ojos brillosos.
El
cura, resoplo varias veces, como buscando que decir, que solución dar.
–Padre,
por favor, espere sólo quince minutos más, se lo pido con el corazón. –Pidió
Laura juntando las dos manos en señal de suplica. El cura respiró profundo y
asintió con la cabeza.
–Está
bien hija, quince minutos, luego ustedes saben que esto tiene que seguir.
–Sí
padre, muchas gracias. –dijo Laura. Se volteó y caminamos disimuladamente, sin
perder la calma hasta las bancas.
Ella
no me soltaba de la mano. O quería apretar algo por la angustia o simplemente
se había olvidado que tenía mi mano en su mano.
–Yo
sabía que esta cojuda era muy puta, pero con esto la muy mierda ya se coronó
todita. –dijo Laura, refiriéndose a la novia. Su prima Priscilla murmuró algo
ineludible que no llegué a escuchar, pero estoy seguro por sus expresiones que
no eran en defensa de la novia.
Nos
sentamos, y Laura sacó de su cartera su celular con solo una mano y empezó a
llamar. Pude escuchar en aquel silencio que era todo el templo que respondió la
casilla de voz.
–Puta
madre –dijo Laura despacio–. Esta mierda no va a venir. No va a venir. Y dejó
caer su brazo con el celular en el. Cerró sus ojos, e hizo una expresión de
resignación. Le pedí casi susurrándole y con cariño que soltara mi mano, ella
me soltó sorprendida, disculpándose.
–No
hay problema, no te preocupes. Priscilla empezó a llorar en silencio, lágrimas corrieron
por sus mejillas. Se las secó resignada, con cólera.
Los
invitados del lado de la novia que eran pocos, empezaron a retirarse disimuladamente,
en calma, tranquilos, tratando de no hacer ruido, casi caminaban en puntitas.
Como escapando de un futuro linchamiento, reproche, mentada de madre o maldición.
Todos
nosotros observábamos calladamente como uno a uno se ponían de pie y empezaba a
retirarse sin decir nada. Miré a la puerta de la iglesia y vi que Micael los
despedía, les daba la mano con beso en la mejilla a los que se iban. Aquella
escena, aquel acto de nobleza de él me partió el corazón, viéndolo cómo aún
parado en la puerta él despedía con amabilidad y cariño a los familiares de la
novia. Laura se dio cuenta que mi mirada estaba llena de impresión. Volteó y
vio como su hermano seguía en la puerta, despidiendo a los que se iban. Ella se
puso de pie, caminó furiosa hacia la puerta. Camine detrás de ella.
–Micael,
ya no, ya basta, basta de tanta bondad, deja que se vayan así. –dijo Laura y lo
jaló hacia un costado.
Él
estaba con la mirada perdida, pero se daba momentos de atención para escuchar y
responder. Movía la cabeza, diciendo no. Estaba con la mirada triste, tenía la
mirada más triste que le había visto en ocho años de amistad.
–Algo
debió pasar, algo le debió pasar a ella. –dijo él, tratando de disculpar a la
novia.
Laura
se lo llevó adentro a un costado. Le desajustó la corbata, y se veía que le decía
algunas cosas mientras le tomaba las manos.
En
la iglesia solo quedábamos los invitados del novio, el lado de la novia estaba vacío,
y hasta parecía que le habían pasado una escoba de lo limpio y pulcro que
estaba. Todos los que quedaban estaban ya de pie mirando hacia afuera sin saber
qué hacer. El cura ya se había retirado. Miré mi reloj y eran las 12:17 pm, en
ese instante me dije que todo estaba perdido, la novia no iba a llegar.
Micael
me presento a su novia años atrás, en un matrimonio. Era una chica de ojos
avivados, mirada inquieta, risueña, extrovertida, guapa, muy agraciada, y de
sonrisa contagiosa. Se notaba que Micael estaba muy enamorado de ella. Él la
llenaba de cuidados y le procuraba todo para que esté bien atendida y
tranquila. Aquella noche que me la presentó, ella me miró fijamente, y puede
percibir en su mirada, que ella guardaba un secreto, algo que Micael no sabía.
Nunca se lo comenté a él, no vi conveniente comentarle aquel presentimiento.
Pero con el tiempo, si se lo comenté a su hermana Laura. Le pregunté si ella
notaba algo raro en la novia de su hermano. Ella me miró bastante extrañada. ¿Por
qué tú y Priscilla perciben lo mismo? ¿Por qué yo no percibo eso? Me preguntó.
Yo para mis adentros pensaba que, si pudieras ser más serena, tener calma y
serenidad quizá lo notaras. Dijo que su prima le había dicho lo mismo. Que desde
un inicio notaba algo raro en ella, algo que no llegaba a entender.
–¿Acaso
ustedes saben algo de ella y no quieren decirlo? –preguntó Laura, extrañada.
No.
Solo es presentimiento extraño que tengo sobre ella, nada más.
Dentro
de la iglesia, a un costado de la puerta, estaba Micael, lloraba en silencio,
calmadamente, resignado, sin hacer gestos desesperados, sólo dejaba salir las lágrimas
serenamente. Laura su hermana, le secaba sus lágrimas con un pañuelo amarillo.
Me acerqué a ella y le dije que debíamos sacar a Micael de este lugar. Ella
asintió con la cabeza, llamó a Priscilla y le pidió que trajera su auto. Antes
que nos subamos al auto se apareció el hermano de la novia, se acercó a Laura y
le dijo algo al oído, ella no lo miró, solo tomó atención a lo que le dijo,
luego ella respiró profundo y no le respondió nada. Sólo se quedó pensando por unos segundos, mirando al vacío. El hermano se retiró en
calma. Llegó Priscilla con el auto, Laura y Micael subieron en la parte
trasera, yo en el lado del copiloto. Priscilla manejaba cómo una loca, muy rápido, furiosa, como
huyendo y escapando de algo, estaba con gafas de sol, pero se le notaba que
lloraba. No me atreví a decirle nada, por temor a que me mande resueltamente a la mierda. Frenó bruscamente en un semáforo en rojo.
–No
nos vayas a matar carajo, antes tenemos que saber y hacer algo. –Dijo Laura levantando un poco la voz. Me puse mis jafas de sol, y pensé que este día sería muy largo.
Capítulo III: Hablando de amor y desamor.
A mi costado
Priscilla manejaba como una demente. Hacía los cambios como si estuviera
haciendo piques en la costa verde. Se había levantado su vestido muy ceñido hasta
las pantorrillas, y manejaba muy bien los pedales con sus tacos. Era increíble
ver cómo una chica tan femenina, frágil y delicada podía conducir tan arrebatadamente,
como si fuera un chofer de camión. Yo la miraba discretamente a través de mis
gafas de sol, y por una extraña razón que no comprendía, me gustaba ver como una
chica así, podía manejar de esa manera, con una mezcla precisa de furia y
delicadeza, de brusquedad y feminidad, de arrebato y encanto.
Dejé de
verla, no quería que me descubriera que la veía así, con ojos de admiración y
con cara de huevón a la vela. Empecé a mirar por el espejo lateral del auto, y me
vi pulcramente vestido con camisa blanca, saco y corbata. Pensé que ya no era
necesaria tanta formalidad. Todo se había cancelado. Así que me desajusté la
corbata y el botón de la camisa. Priscilla, Laura y Micael iban en silencio,
cada uno con sus pensamientos internos. Me ponía a imaginar en qué estarían
pensando ellos, y era casi seguro que cada uno tenía pensamientos y deseos
personales muy distintos a los demás.
Cuando
eran muy jóvenes, Priscilla y Micael habían tenido alguna especie de relación
amorosa, que supieron mantener secretamente, y que sólo los hermanos y primos
muy cercanos sabían. Pero ellos eran conscientes que no podían hacer de ese
sentimiento una relación formal, y ni mucho menos hacerla formal en la familia,
y así, con el pasar de los años y el tiempo decidieron dejar ese amor.
A
sabiendas de esto, algún primo o prima liosa, intrigante e indiscreta (que
nunca faltan a tu alrededor) se encargó de decírselo y ponerla en aviso a
Jenny, la novia, y claro se lo contó a su manera, en una versión personal,
extendida y exagerada, que ella al enterarse no lo tomó nada bien. Quiso
terminar la relación con Micael, no lo quiso ver por algún tiempo, argumentando
que él se lo había ocultado y que nunca tenía pensado contárselo. Con el pasar
de los días él puedo convencerla de hablar y hacerle comprender que aquel amor,
sólo fue un amor de jovencitos, de adolescentes, y que de aquel amor ya no
quedaba nada. Por esa razón Jenny le agarró un odio desmedido a Priscilla.
Nunca la saludaba, nunca le hablaba y nunca quería estar cerca a ella, y le
prohibió a Micael acercarse a ella y que ni siquiera le hablara. Pero esa
petición era casi imposible e inevitable de cumplir, siempre coincidían y se
encontraban en reuniones familiares, cumpleaños, velorios, y a veces se
acercaban y charlaban un rato tranquila y discretamente.
Laura le
preguntó a Priscilla que a donde estaban yendo. Priscilla la miró por el espejo
retrovisor. “No sé, yo sólo manejo,
supongo que ustedes me iban a decir dónde iríamos” dijo ella. Yo para mis
adentros tenía ganas de agarrar del
cuello a Priscilla, y estrangularla (con cierto placer) por manejar así, como
una loca, por más de media hora, y encima sin destino.
Durante ese
trayecto la wedding planner había llamado tres veces
a Laura. En la primera Laura le canceló la llamada. En la segunda Laura le dijo
"Te llamo en un rato, estoy
manejando" mintió, y le cortó. En la tercera llamada ya Laura tenía
ganas de mandarla al cacho. Le contestó molesta "Te he dicho que yo te llamo en rato, no estés jodiendo con tantas
llamadas por la ptm" La wedding planner dijo con voz preocupada "Me han dicho que algo terrible ha
sucedido y que ya no habrá boda, ni ceremonia, ni celebración"
Priscilla y
Laura se miraron las caras y comentaron en voz alta que quien carajo le habría
contado, si ella no había estado en la iglesia.
–¿Quien
mierda te ha dicho eso? –Le preguntó Laura a la wedding planner.
–Éste, son
asuntos profesionales señorita Laura. –respondió–. Dejando salir una risita
corta.
–¿Así?
Fíjate que hoy más que nunca me llegan al rábano tus asuntos profesionales. Yo
te he contactado. Yo te he contratado, y sólo a mí me debes dar cuenta. ¡Así
que ahora me dices quien carajo te llamó para decirte eso¡. –Gritó Laura furiosa
al teléfono.
–Esté,
esté.. señorita Laura, su lenguaje, por favor, mis fuentes son privadas, yo soy
una profesional en este campo y no puedo delatar mis fuentes. –trató de
defenderse la wedding planner sin nombre.
–Mira enana
de mierda, me llegan tus fuentes, me dices quien carajo te llamó o no te
cancelo el porcentaje que aún queda pendiente y que según acordamos debo
hacerte la transferencia a mi llegada a la recepción.
–Esté, esté,
señorita Laura usted es una dama, una señorita correcta, una princesa
encantada, no puede hacerme eso.
–¡Todito lo
dama, correcta y señorita se me va a quitar hoy contigo si no me dices quien
carajo te dijo eso!. –Gritó por el celular. Yo nunca la había visto tan molesta
y posesa a Laura. Me encontraba en serios problemas, tenía una loca al volante
y otra loca en la parte de atrás, ya era demasiado. Nunca pensé que asistir a
una boda podría ser tan peligroso. Por unos segundos me daban ganas de decirle
a Priscilla que me bajaba en la siguiente esquina.
La wedding
planner hizo un silencio prolongado, como meditando qué decir. Laura seguía
atenta al celular. Lágrimas de cólera corrían por su rostro maquillado. Micael
en silencio las trataba de secar. A ella poco le importaba echar a perder su
maquillaje.
–Fue la
señorita Jenny. Fue ella. –Dijo la wedding planner–. Ella me llamó y me dijo
que todo se cancelada.
Todos nos
miramos las caras. Nos quedamos sorprendidos con la boca abierta. Micael trató
de tomar el celular. Laura le hizo una señal, como que se calme, que ella se
encargaría. Recién teníamos noticias de la esquiva, esperada y solicitada novia
fugitiva.
Priscilla no
dejaba de mirar a Micael, y no miraba la pista por donde manejaba. Yo miraba la
pista y la miraba a ella, esperando a ver cuando miraba por donde manejaba, ella
seguía mirando hacia atrás, como esperando una reacción de Micael. Yo con
delicadeza y sin decir una palabra volteé su lindo rostro hacía la pista, para
que no nos mate en plena Javier Prado. Pero yo ya antes había tomado el freno
de mano, el que fui soltando poco a poco.
–Ésta mierda
no tiene el valor de llamar a Micael para decirle que no llegará a su boda,
pero si llama a la wedding planner para avisarle que todo se cancela. Que
fresca es ésta mierda. –Dijo Laura agarrando fuerte un asiento con su mano.
Micael hizo
señas y pidió con cariño que no hablarán así de Jenny, su frustrada esposa y
ahora ex novia.
El celular seguía funcionando y seguro la wedding
planner se ganó con todo lo dicho.
–Gracias por la información. –Agradeció
Laura y colgó la llamada.
El día que conocí a Laura, fue en el día de su cumpleaños,
Micael me invito a la fiesta. Ella lo celebro en una discoteca que se encontraba
discretamente ubicada cerca al mar de Barranco. Cuando llegué me encontré a
Micael en la puerta. Para mi sorpresa, desconcierto y estupefacción los señores
de seguridad me anunciaron que tenía que pagar 25 dólares por el ingreso. Casi
en shock y en una solo pieza caminé hacia la caja y pagué con el dolor de mi
alma ese monto. Puedo jurar que por un momento miré la calle y me dieron ganas
de irme en esa dirección. Era la primera vez en mi ajetreada vida que pagaba
para entrar a un cumpleaños. Y todavía pagué al cambio en soles, cambio que fue
exageradamente preferencial para la discoteca. No tuve tiempo ni oportunidad de
hacer saber mi disconformidad de dicho cambio de moneda, no me podía poner en
plan de devoto del santo del divino puño, ya que Micael estaba a mi lado, contuve
las ganas de regresarme a mi casa. Así que maldiciendo para mis adentros
ingresé a dicha discoteca, y rogué a Dios que los tragos no los vendan en
Euros. Caminé y me senté en la barra y pedí un whisky doble con hielo para
pasar el mal sabor que tenía en la garganta de haber pagado dólares para
festejar un cumpleaños.
Al rato vino Micael acompañado de una chica muy guapa, era Laura, su
hermana, me la presentó, la salude con cariño por su cumpleaños, me pareció una
chica encantadora y distraídamente angelical. Esa noche ella me agarró de su
pareja de baile por casi toda la noche. No sé que tengo yo en la cara que
siempre quieren bailar conmigo. Desde ese día Laura y yo nos hicimos muy
amigos, empezamos a salir, casi siempre nos veíamos, y me gustaba estar con
ella. Ese mismo día de su cumpleaños, Laura hizo algo que se arrepentiría por
casi toda su vida, le presentó a Jenny su amiga de la universidad a su hermano
Micael. De todas las amigas que le presentó a su hermano, sólo con Jenny hubo
algo que a Micael lo dejó encandilado y hechizado.
Cuando Laura
se dio cuenta que su hermano y Jenny se estaban enamorando locamente, entró en
pánico y vino a verme para tratar de hacer algo. Vino a mi departamento, y
desde la calle empezó a tocar la bocina de su auto, salí por la ventana, y
levanté las manos en señal de “¿Qué
carajo pasa?” Ella desde abajo gritó “Tenemos
que hablar urgente” Le hice señas
para que subiera.
–Ella está
usando sus encantos sensuales para enamorar a Micael. –Dijo Laura, preocupada,
caminando de un lugar a otro.
–¿Y que
chica no usa aquello para encantar? Pregunté sin pensarlo bien. Laura me miró
con una mirada castigadora, cómo queriéndome hacer daño con ella.
Me preguntó
si tenía algún trago. Abrí una botella de vino y nos sentamos en el piso a
seguir conversando mientras brindábamos de rato en rato.
–Para esa
huevada no hay nada que podamos hacer. –Le dije–.Y si intentamos hacer algo,
será peor, más se enamorarán, más unidos querrán estar. Ella se jalaba de los
cabellos arrepintiéndose, porque nunca llegó a imaginar que su hermano, un
chico tan correcto, serio y centrado podría fijarse en una chica como Jenny,
que era alocada, fiestera, borracha, despreocupada, y parrandera, que se
amanecía en todas las fiestas a las que la invitaban y a las que no también.
–Creo que ya
le jodí la vida a mi hermano. –Dijo Laura, abatida, con las mejillas algo
rosadas por el vino–. Ésta cojuda de Jenny se tiró a casi todos los chicos de
la promoción de la Universidad, y para variar también a dos o tres compañeras
más. Sabía que era muy puta, al extremo de disfrutarlo sin ningún roche ni
arrepentimiento, es una declarada aspirante a puta sin fines de lucro, y sabiendo
eso se la presenté a mi hermano Micael. No sé que voy a hacer, suspiró. Ella me
abrazó, como buscando consuelo, yo la abracé fuerte, pensando por un momento
que la descripción que Laura había hecho de Jenny me parecía un tanto
interesante. Cuando me di cuenta nos estábamos besando en el piso alfombrado.
Desde ese día pasamos de ser buenos amigos, a más que buenos amigos.
Priscilla se
dio cuenta que se estaba quedando sin gas, dijo que tenía que ir a un grifo
para echarle gas a su auto. Al llegar al grifo le pidió al muchacho que llenara
el tanque. El muchacho pidió que todos debíamos de bajar para poder abastecer,
Priscilla con cara de relajada le dijo que lo llene así nomás, igual todos
queríamos morirnos. El muchacho la quedó mirando asustado. Yo por dentro dije,
no, yo no quiero morirme aún. Abrí la puerta y bajé. Los demás también tuvieron
que bajar. Micael y Priscilla se fueron al autoservicio del grifo a comprar
cigarrillos.
Laura y yo
nos quedamos ahí al costado del auto. Cuando salí de casa había sol radiante, y
ahora estaba todo nublado, como si fuera a llover.
Laura esta
recostada de espaldas al auto, pensando, ensimismada. Me acerqué a ella, me
puse a su costado.
–¿Y ahora
qué hacemos? –me preguntó, sin dejar de mirar al vacio.
–Primero, acompañar
a Micael hasta dónde él desee. Luego, lo que corresponde. Ir y tomarnos todo el
trago que Micael compró para la boda. –dije tranquilamente. Laura se rió por un
momento.
–¿Qué te
dijo él, cuando se te acercó? –Le pregunté serio.
–¿Quien? –Preguntó
Laura, dudando.
–¿Que te
dijo el hermano de Jenny? cuando se te acercó afuera de la Iglesia. –Dije,
haciéndole recordar.
Laura se
quedó un momento en silencio, como no queriendo recordar, haciendo gestos de
disgusto. Cruzó los brazos y resopló varias veces.
–Me dijo que
sabía dónde estaba su hermana Jenny. Que si quería me lo podría decir, pero
solo a mí. Yo no atiné a decirle nada, sólo me quedé callada. –Dijo Laura
mirando a la distancia, pensativa.
–¿O sea, no
te lo dijo? –pregunté.
–No, no me
lo dijo. Además no me interesaba saber. Pero ahora, me dan ganas de saber, de ir
y decirle muchas cosas horribles. –dijo Laura entrando en cólera.
–Si decides
ir, prométeme que no irás sola. ¿Okay? –Le pedí.
Ella asentó
con la cabeza, mirándome con tristeza, luego me abrazó, y empezó a llorar.
–Gracias por
estar aquí, gracias por acompañarme. –me dijo Laura con la voz quebrada.
Continuará..