jueves, 6 de octubre de 2016

Los regalos de mis ex. "Capitulo: Fiorella"



Aquella vez Fiorella me regaló un perfume de marca popular, lo miré sorprendido, pero sorprendido no del agrado de recibirlo, sino del terror de imaginarme de tener que echármelo encima. Sonreí y puse mi mejor cara y le agradecí con cariño.
Cuando llegué a mi casa, baje la cabeza y se lo regalé a Francisco, el vigilante del edificio en donde yo vivía.
–Es bien rico, te va a gustar. –Le dije–. Él me sonrió como nunca me había sonreído, estaba feliz de haber recibido un perfume de marca popular. Y yo feliz también de no tener que echármelo encima.
Fiorella, días después me abrazo fuerte y olió mi cuello.
–¿Y el perfume que te regalé? –me preguntó mirándome a los ojos.
–Está en mi casa, bien guardadito, –le mentí.
–¿Y por qué no lo usas? –me pregunto muy seria–. Te lo regalé para que lo uses.
–Es que lo estoy guardando para una ocasión especial, mi amor –le dije. Ella sonrió pícaramente.
–Ah.. Ya te entiendo –dijo–. Pues… este sábado tendremos tú y yo, una ocasión muy especial. Me entiendes, ¿no? Tú y yo solos, un vino y después tú ya sabes… ¿Es acaso esa una ocasión especial…? pregunto susurrando.
–Si, claro, si lo es –le respondí.
–Ese perfume me encanta, y quiero que lo uses esa noche del sábado. –me dijo al oído–. Quiero olerte haciéndome el amor con ese perfume rico que te regalé.
Puta madre, dije para mis adentros, lamentándome. ¿Qué hago ahora? Porque ni cagando me atrevo a pedirle a Francisco, el vigilante, que me regale un poquito del perfume popular que ahora ya es de él. Sería muy sencillo hacer eso, pedirle un poquito de ese perfume y usarlo esa noche. Pero no, mi orgullo no permitirá hacer eso, ya se lo regalé y ni loco le pediré un poquito.
Fui y busqué esa marca popular de perfume en los almacenes y tiendas por departamentos de Lima. No vendían esa marca. Ni siquiera lo conocían. Salí avergonzado de aquellas tiendas. Las chicas que vendían perfumes me miraban extraño, como diciéndome “Este huevón, ¿cómo se atreve a echarse esa huevada?” Me cansé de buscarlo en aquellas tiendas. Me cansé que las chicas me miraran extrañadas con caras de asqueadas.
Una de las chicas promotoras de perfumes me dijo que quizá “esa marca” la encontraba en el Centro de Lima, por el Mercado Central. ¡¿Por el Mercado Central?! Me jalaba de los cabellos de solo pensar que tendría que ir hasta esos lugares para encontrar aquel perfume chusco. Puta madre, tener que ir al Centro de Lima sólo para buscar un perfume chusco.
No me queda otra. –pensé. Tomé un taxi y me fui al Centro de Lima renegando, maldiciendo. Odio el Centro de Lima. Todo es bulla, todo es sucio, todo es un laberinto, todo es un caos. Carajo todo lo que tengo que hacer para encontrar ese perfume de mierda, me lamentaba para mis adentros. Por un momento empecé a cuestionar mi amor por Fiorella, por unos instantes cruzaron pensamientos de conflictos internos, una parte me decía, no vayas hasta el Mercado Central sólo por un perfume chusco, y otro me decía, no le rompas el corazón a Fiorella, recuerda que es bellísimo disfrutar con ella en “una ocasión especial”.
Llegué al Mercado Central, y una señora muy amable me indicó que “esas cosas” las vendían en una galería cercana. Entre con cuidado a esa galería y empecé a ver los estantes y vitrinas con productos de limpieza combinados con productos de belleza. No dije nada, me quedé callado de ver ambos productos juntos. Me acerqué a una señora de rostro amable y le pregunté por esa marca de perfume.
–Sí joven, si tengo esa marca –me dijo. Ay.. sentí un alivio al escuchar eso.
–Cual desea joven, ¿El Nacional o la imitación? –Me preguntó sin ningún remordimiento.
–¡¿Qué?! ¿Cómo que el Nacional o la imitación, señora? Si esa marca no es de acá. –Le aseguré.
–Ay joven, ya pues, no se haga, usted sabe cómo somos los peruanos, todo lo podemos, no hay imposibles para nosotros. – dijo la señora orgullosa y sonriendo, enseñándome el frasco de perfume.
–Puta madre, no puede ser. –dije refregándome la cara–. Pensando cual de los dos me habrá comprado Fiorella. Pero, conociéndola estoy seguro me compró el bamba, por lo dura y tacaña que era. Ella podrá ser una chica guapa, agraciada, atractiva y encantadora, pero tenía unos gustos raros, más corrientes que raros. Pero, algunas cosas en ella compensaban aquellos gustos corrientes.
­–De la que me libré. –dije algo aliviado–. Puta madre, pobre del Francisco, por mi culpa seguro le dará cáncer a la dermis el próximo año. –pensé. Agarré valor y pregunté:
–¿Señora, de los dos, cual es el mejor? –Pregunté con cariño y en tono de suplica porque tenía que echármelo encima esa noche.
Ella los miró un rato con atención, se quedó pensando, haciendo unas muecas con la boca.
­–Los dos son la misma vaina joven, no se preocupe. –dijo sonriendo. Pucha en ese instante me empezó a picar todo el cuerpo, de solo pensar que tendría que echármelo.
–Claro que me preocupo, porque hoy me lo tendré que echar encima. –dije despacio, lamentándome, rascándome el cuello de solo pensar que tendré que tenerlo en mi piel esta noche.
Con el sencillo que guardaba en mi bolsillo me alcanzó para comprarlo. No me dolió buscarlo por todas partes, no me dolió la vergüenza que pasé al preguntar por esa marca en las tiendas por departamentos, no me dolió tanto venir hasta el Centro de Lima, lo que me dolió de verdad fue echármelo en el cuerpo para que Fiorella y yo, podamos disfrutar ambos en aquella noche de ocasión especial. Creo que nunca disfrute tanto ducharme después de usar un perfume. Pobre el Francisco, o quizás pensándolo mejor, a él si le gustó aquel perfume chusco. 

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