lunes, 10 de diciembre de 2007

Desperté en una camilla

Desperté en una camilla, era de noche, todas las luces estaba apagadas. Mire a todos lados, habían varias camas con personas durmiendo. Mi cuerpo lo sentía pesado y muy débil. Después de un rato recordé como había llegado aquí. Yo había venido solo, el doctor me vio y me dijo que debía quedarme. Era muy de mañana cuando vine. No había podido dormir en toda la noche. Me sentía terrible, me dolía vivir, respirar, pensar. Recuerdo que dos enfermeras me pusieron una inyección en la vena del brazo. Una me tomo del brazo y del hombro, la otra me ponía la inyección. Nunca había sentido tanto dolor por una inyección. Las enfermeras fueron sinceras, me dijeron: Te va ha doler mucho, aguanta, te la vamos a poner muy despacio. Era verdad, pincharon mi vena y sentí como si entrara un alambre por mi vena; recorría mi brazo y llegaba hasta mi pecho. Se me cayeron mis lágrimas de dolor. Por mi boca paso un sabor a metal. Una de las enfermeras pasó un algodón por mis ojos secándome las lágrimas.
–Gracias. –le dije. Ella me miro como queriéndome decir algo, bajo la mirada, volteo y se fue. Después de eso, pasó pocos minutos y no recuerdo nada más, no recuerdo como me quede dormido.
Ahora despierto aquí en esta camilla. Escucho un lamento, alguien se queja de dolor. Trata de decir algo que no se le entiende. Me volteo y veo una persona que esta en una cama con medio cuerpo fuera de ella. Esta apunto de caerse. El trata de volverse a la cama, se esfuerza pero no puede. Lo quedo mirando unos segundos. Hago un esfuerzo y me siento en la camilla. Mi cuerpo lo siento extraño, como muy pesado, mis ojos quieren cerrarse de cansancio. El señor continúa quejándose de dolor.
–Enfermero. –digo, pero me sale una voz muy débil. Nadie responde. Me bajo de la camilla y veo en el pasillo a una persona de pantalón blanco, echado en un sillón. Parece ser un enfermero. Camino despacio hasta donde esta el señor que se queja. Es un señor de avanzada edad, muy delgado. Está todo despeinado. Balbucea algo que no le entiendo. El esta amarrado de los pies y las manos a la cama. Parece que quiso pararse y se le fue el cuerpo para un lado, y ya no pudo reponerse.
–Señor, lo voy, a poner en la cama. –le digo, levantándolo. A pesar de ser una persona delgada pesa bastante, con cierto esfuerzo logro devolverlo a la cama. Lo pongo justo en el centro de ella. Le levanto la cabeza y le pongo la almohada. El tiene los ojos cerrados. Al ponerle la almohada hace un gesto de bienestar soltando un suspiro. Lo tapo con la frazada. El mueve la cabeza como agradeciéndome. Le arreglo el cabello. El mueve la boca.
–Duerma, ya no se levante, señor. –le digo dándole palmadas en su hombro. Él balbucea algo indescifrable. De inmediato se queda dormido, o se desmaya, no lo se. Regreso a mi camilla. Ya todo es silencio. Me meto y me abrigo bien, hace mucho frío. Cierro mis ojos, me quede dormido, o me desmaye, no lo sé.

Pájaro de m...


Sábado por la tarde. Tengo cita con Alejandra, una amiga muy guapa, de la que creo me estoy enamorando. Ella es un amor de mujer, es delicada, muy femenina y cariñosa. Tiene una voz lindísima, una caricia para los oídos. Y una sonrisa que me deja embobado cuando la escucho. Me encanta estar con ella. Cuando me llamó por teléfono no pude negarme a salir con ella. Con solo escuchar su voz dije que sí.
–Quiero que me leas Paulo Pumilio, así como sabes tú. –me dice riendo–. Cuando lo haces me mato de la risa, así como si hubiera fumado marihuana.
–Okay, esta bien, llevare el libro -le digo.
Quedamos en encontrarnos en un parque de San Isidro cerca de donde ella estudia.
Llego al parque y me siento en una banca. He llegado casi una hora antes de la cita. He llevado "El Comercio", sentado ahí me puse a leerlo. Busco la sección Luces y leo sobre Cine. Cuando estoy leyendo sobre la película “La mujer de mis pesadillas” (vaya nombre) siento que algo un tanto pesado y tibio cae sobre mi cabeza y se desliza por mi cuello. Me quedo sin moverme. Bajo el periódico y me toco el cabello. En mis dedos veo algo gris y a la vez multicolor. Un condenado pájaro de mier... confundió mi cabeza como su baño.
–Pucha madre, no puede ser..! –digo lamentándome. Saco de mi bolsillo un poco de Ph. El pájaro del demonio parece que no había evacuado en una semana. Me termine todo el Ph y mi cabello seguía de seguro teñido de un color gris caquil.
–Dios mío, que mundo! ¿porque ahora? Miro la hora en mi celular falta 35 minutos para que Alejandra llegue.
–Así, de esta manera, ni cagando me presento frente a ella. –me digo maldiciendo al pajarito churretón.
Cruzando el parque veo un hostal de fachada bonita. Sin pensarlo camino hacia el, dejo El Comercio en una banca, ya no me importa. Ingreso al hostal y pido una habitación. La chica de la recepción no me mira a la cara, tienes su mirada baja y cuando levanta la mirada me mira la cabeza, al mirarme abre más grande sus ojos azules. No me dice nada. Su expresión lo dice todo. Su cara es de terror y pena a la vez. Se aleja un poco. Con ganas de quererme desmayar le pido una habitación. Pago la habitación. Le pido por favor, me obsequie un champú. Me da un frasquito pequeño con el nombre del hostal. Le ruego me de otro más. Ella extiende su brazo con cuidado y me los da.
–En 15 minutos me ducho y quedo limpio. –me digo. Subo las escaleras hasta el cuarto piso. Llego agitado a la habitación. Entro y me quito todo y me meto a la ducha. Es una habitación muy linda. El baño precioso. Me ducho y me lavo el cabello cinco veces, dos veces más que de costumbre. Lo haría más pero ya los dos frasquitos de champú ya están vacíos. Salgo de la ducha y vuelvo a prepararme. Miro el reloj y faltan cinco minutos para el encuentro con Alejandra. Salgo de la habitación. Le entrego la llave a la recepcionista de los ojos azules. Ella sonríe como sabiendo para que vine. (todo lo que tengo que pasar carajo) Estoy saliendo del hostal, y una chica ya mayor que yo sale junto a mí. Bajamos los escalones casi juntos. Lado a lado. Miro al parque y veo a Alejandra sentada en una banca, frente al hostal. Ella me ha visto salir del hostal. Veo en su rostro una expresión de sorpresa. No deja de mirarme. Tengo el cabello húmedo. Me acerco a ella y la saludo dándole un besito en la mejilla. Ella esta asombrada, con cara de sorpresa. Me mira indignada. No me dice nada. (y por poco creo, me da una cachetada)
–Disculpa si al citarte hoy, interrumpí algo muy importante. –me dice ella muy seria, agarrando fuerte su cartera.
–No nada, no digas eso. –digo sonriendo–. Si te contara como me fue… Lo que he pasado...
–Mejor no me cuentes nada, ni me interesa saberlo. –me dice furiosa.
Alejandra camina hacia la pista y para un taxi. Se sube y me mira odiándome, con una mirada castigadora.
Yo me quedo parado, con cara de insigne huevón, sin saber que pasa.
El taxi se va. Yo me quedo ahí parado. (Con el cabello mojado) Siento que muchas miradas se clavan en mi. (y estoy seguro que hasta el pajarito churreton me está mirando desde su arbol)
Derrotado regreso al hostal a recoger el libro que deje olvidado, me tiro en la cama un momento mirando el techo.
–Odio los pájaros. –digo entre dientes.
De mi encantadora amiga no se nada, no me llama ni por equivocación. Ni me timbra. Ni un mensaje misio. Ni un correo. Nada. Creo saber por que.