Buscábamos
en Pisco un lugar donde escaparnos de todos, donde pudiéramos amarnos toda la
noche. Ambos de la mano caminábamos como si huyéramos de alguien.
Habíamos
dejado a todos los amigos en la disco, nos escapamos por separado, y nos
encontramos dos calles más allá.
Entramos a
tres hoteles y todos ya estaban llenos. Era víspera de año nuevo y Pisco estaba
repleto de gente extraña.
No nos
importó, seguimos buscando un lugar, entrábamos y salíamos de hostales y
hoteles, no nos importaba ya si nos veían. El deseo de amarnos era más fuerte
que eso, que el temor que los amigos de la promoción nos descubrieran.
Por un momento pasó por mi mente que
recibiríamos el año nuevo haciendo el amor como unos locos, sin importarnos la
celebración, el confeti, los tragos, los amigos. Qué mejor manera de celebrar,
que estar con ella, verla desnuda de nuevo, contemplarla, desearla y amarla.
—Solo tengo una habitación con una cama
de plaza y media, solo eso tengo. —dijo la chica de recepción. Te aceptaría
hasta un colchón en el piso, —pensé. Sin decirle nada pagué la habitación y
subimos a ella. Mientras subíamos las escaleras de aquel hostal, desde las ventanas
se llegaban a ver los inmensos árboles de la plaza de armas de Pisco, cerca de
ahí estaba la disco dónde habíamos dejado a los amigos; amigos que pronto
descubrirán que ambos ya no estábamos ahí, que justo ambos habíamos
desaparecido de ese lugar. Quizá esa noche de año nuevo, nuestro secreto sería
descubierto, secreto que con el tiempo nos importaba menos guardar.
—¿Por qué me dijiste que no vendrías? —Me
preguntaba ella al mismo tiempo que yo buscaba apegarme más a ella mientras le hacía
el amor. La manera de moverme dejaba a medio pronunciar algunas palabras que
ella quería decirme. —Casi no vengo porque dijiste que no vendrías a Pisco —me
susurraba, como reprochándome con cariño. Me tomaba de las mejillas y me besaba con locura. Me volvía un loco,
moviendo mi cuerpo encima de ella, sintiendo como su cuerpo me acogía de una
forma que no podía olvidar, porque siempre deseaba volver a verla. A lo lejos, aparte de
los gemidos de ella, podía distinguir los fuegos artificiales en las calles, como
si ellos fueran una comparsa de fondo en celebración a este encendido encuentro
en nuestro honor.
Continuará..