miércoles, 4 de septiembre de 2019

Fugitivos de medianoche


Buscábamos en Pisco un lugar donde escaparnos de todos, donde pudiéramos amarnos toda la noche. Ambos de la mano caminábamos como si huyéramos de alguien.
Habíamos dejado a todos los amigos en la disco, nos escapamos por separado, y nos encontramos dos calles más allá.
Entramos a tres hoteles y todos ya estaban llenos. Era víspera de año nuevo y Pisco estaba repleto de gente extraña.
No nos importó, seguimos buscando un lugar, entrábamos y salíamos de hostales y hoteles, no nos importaba ya si nos veían. El deseo de amarnos era más fuerte que eso, que el temor que los amigos de la promoción nos descubrieran.
Por un momento pasó por mi mente que recibiríamos el año nuevo haciendo el amor como unos locos, sin importarnos la celebración, el confeti, los tragos, los amigos. Qué mejor manera de celebrar, que estar con ella, verla desnuda de nuevo, contemplarla, desearla y amarla.
—Solo tengo una habitación con una cama de plaza y media, solo eso tengo. —dijo la chica de recepción. Te aceptaría hasta un colchón en el piso, —pensé. Sin decirle nada pagué la habitación y subimos a ella. Mientras subíamos las escaleras de aquel hostal, desde las ventanas se llegaban a ver los inmensos árboles de la plaza de armas de Pisco, cerca de ahí estaba la disco dónde habíamos dejado a los amigos; amigos que pronto descubrirán que ambos ya no estábamos ahí, que justo ambos habíamos desaparecido de ese lugar. Quizá esa noche de año nuevo, nuestro secreto sería descubierto, secreto que con el tiempo nos importaba menos guardar.
—¿Por qué me dijiste que no vendrías? —Me preguntaba ella al mismo tiempo que yo buscaba apegarme más a ella mientras le hacía el amor. La manera de moverme dejaba a medio pronunciar algunas palabras que ella quería decirme. —Casi no vengo porque dijiste que no vendrías a Pisco —me susurraba, como reprochándome con cariño. Me tomaba de las mejillas y me besaba con locura. Me volvía un loco, moviendo mi cuerpo encima de ella, sintiendo como su cuerpo me acogía de una forma que no podía olvidar, porque siempre deseaba volver a verla. A lo lejos, aparte de los gemidos de ella, podía distinguir los fuegos artificiales en las calles, como si ellos fueran una comparsa de fondo en celebración a este encendido encuentro en nuestro honor.

Continuará..