lunes, 10 de diciembre de 2007

Pájaro de m...


Sábado por la tarde. Tengo cita con Alejandra, una amiga muy guapa, de la que creo me estoy enamorando. Ella es un amor de mujer, es delicada, muy femenina y cariñosa. Tiene una voz lindísima, una caricia para los oídos. Y una sonrisa que me deja embobado cuando la escucho. Me encanta estar con ella. Cuando me llamó por teléfono no pude negarme a salir con ella. Con solo escuchar su voz dije que sí.
–Quiero que me leas Paulo Pumilio, así como sabes tú. –me dice riendo–. Cuando lo haces me mato de la risa, así como si hubiera fumado marihuana.
–Okay, esta bien, llevare el libro -le digo.
Quedamos en encontrarnos en un parque de San Isidro cerca de donde ella estudia.
Llego al parque y me siento en una banca. He llegado casi una hora antes de la cita. He llevado "El Comercio", sentado ahí me puse a leerlo. Busco la sección Luces y leo sobre Cine. Cuando estoy leyendo sobre la película “La mujer de mis pesadillas” (vaya nombre) siento que algo un tanto pesado y tibio cae sobre mi cabeza y se desliza por mi cuello. Me quedo sin moverme. Bajo el periódico y me toco el cabello. En mis dedos veo algo gris y a la vez multicolor. Un condenado pájaro de mier... confundió mi cabeza como su baño.
–Pucha madre, no puede ser..! –digo lamentándome. Saco de mi bolsillo un poco de Ph. El pájaro del demonio parece que no había evacuado en una semana. Me termine todo el Ph y mi cabello seguía de seguro teñido de un color gris caquil.
–Dios mío, que mundo! ¿porque ahora? Miro la hora en mi celular falta 35 minutos para que Alejandra llegue.
–Así, de esta manera, ni cagando me presento frente a ella. –me digo maldiciendo al pajarito churretón.
Cruzando el parque veo un hostal de fachada bonita. Sin pensarlo camino hacia el, dejo El Comercio en una banca, ya no me importa. Ingreso al hostal y pido una habitación. La chica de la recepción no me mira a la cara, tienes su mirada baja y cuando levanta la mirada me mira la cabeza, al mirarme abre más grande sus ojos azules. No me dice nada. Su expresión lo dice todo. Su cara es de terror y pena a la vez. Se aleja un poco. Con ganas de quererme desmayar le pido una habitación. Pago la habitación. Le pido por favor, me obsequie un champú. Me da un frasquito pequeño con el nombre del hostal. Le ruego me de otro más. Ella extiende su brazo con cuidado y me los da.
–En 15 minutos me ducho y quedo limpio. –me digo. Subo las escaleras hasta el cuarto piso. Llego agitado a la habitación. Entro y me quito todo y me meto a la ducha. Es una habitación muy linda. El baño precioso. Me ducho y me lavo el cabello cinco veces, dos veces más que de costumbre. Lo haría más pero ya los dos frasquitos de champú ya están vacíos. Salgo de la ducha y vuelvo a prepararme. Miro el reloj y faltan cinco minutos para el encuentro con Alejandra. Salgo de la habitación. Le entrego la llave a la recepcionista de los ojos azules. Ella sonríe como sabiendo para que vine. (todo lo que tengo que pasar carajo) Estoy saliendo del hostal, y una chica ya mayor que yo sale junto a mí. Bajamos los escalones casi juntos. Lado a lado. Miro al parque y veo a Alejandra sentada en una banca, frente al hostal. Ella me ha visto salir del hostal. Veo en su rostro una expresión de sorpresa. No deja de mirarme. Tengo el cabello húmedo. Me acerco a ella y la saludo dándole un besito en la mejilla. Ella esta asombrada, con cara de sorpresa. Me mira indignada. No me dice nada. (y por poco creo, me da una cachetada)
–Disculpa si al citarte hoy, interrumpí algo muy importante. –me dice ella muy seria, agarrando fuerte su cartera.
–No nada, no digas eso. –digo sonriendo–. Si te contara como me fue… Lo que he pasado...
–Mejor no me cuentes nada, ni me interesa saberlo. –me dice furiosa.
Alejandra camina hacia la pista y para un taxi. Se sube y me mira odiándome, con una mirada castigadora.
Yo me quedo parado, con cara de insigne huevón, sin saber que pasa.
El taxi se va. Yo me quedo ahí parado. (Con el cabello mojado) Siento que muchas miradas se clavan en mi. (y estoy seguro que hasta el pajarito churreton me está mirando desde su arbol)
Derrotado regreso al hostal a recoger el libro que deje olvidado, me tiro en la cama un momento mirando el techo.
–Odio los pájaros. –digo entre dientes.
De mi encantadora amiga no se nada, no me llama ni por equivocación. Ni me timbra. Ni un mensaje misio. Ni un correo. Nada. Creo saber por que.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que pajarito tan travieso 😂😂... Pero dicen por ahi que es de buena suerte...