Aquella
vez Fiorella me regaló un perfume de marca popular, lo miré sorprendido, pero
sorprendido no del agrado de recibirlo, sino del terror de imaginarme de tener
que echármelo encima. Sonreí y puse mi mejor cara y le agradecí con cariño.
Cuando
llegué a mi casa, baje la cabeza y se lo regalé a Francisco, el vigilante del
edificio en donde yo vivía.
–Es
bien rico, te va a gustar. –Le dije–. Él me sonrió como nunca me había sonreído,
estaba feliz de haber recibido un perfume de marca popular. Y yo feliz también
de no tener que echármelo encima.
Fiorella,
días después me abrazo fuerte y olió mi cuello.
–¿Y
el perfume que te regalé? –me preguntó mirándome a los ojos.
–Está
en mi casa, bien guardadito, –le mentí.
–¿Y
por qué no lo usas? –me pregunto muy seria–. Te lo regalé para que lo uses.
–Es
que lo estoy guardando para una ocasión especial, mi amor –le dije. Ella sonrió
pícaramente.
–Ah..
Ya te entiendo –dijo–. Pues… este sábado tendremos tú y yo, una ocasión muy
especial. Me entiendes, ¿no? Tú y yo solos, un vino y después tú ya sabes… ¿Es
acaso esa una ocasión especial…? pregunto susurrando.
–Si,
claro, si lo es –le respondí.
–Ese
perfume me encanta, y quiero que lo uses esa noche del sábado. –me dijo al oído–.
Quiero olerte haciéndome el amor con ese perfume rico que te regalé.
Puta
madre, dije para mis adentros, lamentándome. ¿Qué hago ahora? Porque ni cagando
me atrevo a pedirle a Francisco, el vigilante, que me regale un poquito del
perfume popular que ahora ya es de él. Sería muy sencillo hacer eso, pedirle un
poquito de ese perfume y usarlo esa noche. Pero no, mi orgullo no permitirá
hacer eso, ya se lo regalé y ni loco le pediré un poquito.
Fui
y busqué esa marca popular de perfume en los almacenes y tiendas por
departamentos de Lima. No vendían esa marca. Ni siquiera lo conocían. Salí avergonzado
de aquellas tiendas. Las chicas que vendían perfumes me miraban extraño, como diciéndome
“Este huevón, ¿cómo se atreve a echarse
esa huevada?” Me cansé de buscarlo en aquellas tiendas. Me cansé que las
chicas me miraran extrañadas con caras de asqueadas.
Una
de las chicas promotoras de perfumes me dijo que quizá “esa marca” la encontraba en el Centro de Lima, por el Mercado
Central. ¡¿Por el Mercado Central?! Me jalaba de los cabellos de solo pensar
que tendría que ir hasta esos lugares para encontrar aquel perfume chusco. Puta
madre, tener que ir al Centro de Lima sólo para buscar un perfume chusco.
No
me queda otra. –pensé. Tomé un taxi y me fui al Centro de Lima renegando,
maldiciendo. Odio el Centro de Lima. Todo es bulla, todo es sucio, todo es un
laberinto, todo es un caos. Carajo todo lo que tengo que hacer para encontrar
ese perfume de mierda, me lamentaba para mis adentros. Por un momento empecé a
cuestionar mi amor por Fiorella, por unos instantes cruzaron pensamientos de conflictos
internos, una parte me decía, no vayas hasta
el Mercado Central sólo por un perfume chusco, y otro me decía, no le rompas el corazón a Fiorella, recuerda
que es bellísimo disfrutar con ella en “una ocasión especial”.
Llegué
al Mercado Central, y una señora muy amable me indicó que “esas cosas” las
vendían en una galería cercana. Entre con cuidado a esa galería y empecé a ver
los estantes y vitrinas con productos de limpieza combinados con productos de belleza.
No dije nada, me quedé callado de ver ambos productos juntos. Me acerqué a una
señora de rostro amable y le pregunté por esa marca de perfume.
–Sí
joven, si tengo esa marca –me dijo. Ay.. sentí un alivio al escuchar eso.
–Cual
desea joven, ¿El Nacional o la imitación? –Me preguntó sin ningún remordimiento.
–¡¿Qué?!
¿Cómo que el Nacional o la imitación, señora? Si esa marca no es de acá. –Le
aseguré.
–Ay
joven, ya pues, no se haga, usted sabe cómo somos los peruanos, todo lo
podemos, no hay imposibles para nosotros. – dijo la señora orgullosa y
sonriendo, enseñándome el frasco de perfume.
–Puta
madre, no puede ser. –dije refregándome la cara–. Pensando cual de los dos me habrá
comprado Fiorella. Pero, conociéndola estoy seguro me compró el bamba, por lo
dura y tacaña que era. Ella podrá ser una chica guapa, agraciada, atractiva y
encantadora, pero tenía unos gustos raros, más corrientes que raros. Pero,
algunas cosas en ella compensaban aquellos gustos corrientes.
–De
la que me libré. –dije algo aliviado–. Puta madre, pobre del Francisco, por mi
culpa seguro le dará cáncer a la dermis el próximo año. –pensé. Agarré valor y
pregunté:
–¿Señora,
de los dos, cual es el mejor? –Pregunté con cariño y en tono de suplica porque
tenía que echármelo encima esa noche.
Ella
los miró un rato con atención, se quedó pensando, haciendo unas muecas con la
boca.
–Los
dos son la misma vaina joven, no se preocupe. –dijo sonriendo. Pucha en ese
instante me empezó a picar todo el cuerpo, de solo pensar que tendría que echármelo.
–Claro
que me preocupo, porque hoy me lo tendré que echar encima. –dije despacio,
lamentándome, rascándome el cuello de solo pensar que tendré que tenerlo en mi
piel esta noche.
Con
el sencillo que guardaba en mi bolsillo me alcanzó para comprarlo. No me dolió
buscarlo por todas partes, no me dolió la vergüenza que pasé al preguntar por
esa marca en las tiendas por departamentos, no me dolió tanto venir hasta el Centro
de Lima, lo que me dolió de verdad fue echármelo en el cuerpo para que Fiorella
y yo, podamos disfrutar ambos en aquella noche de ocasión especial. Creo que
nunca disfrute tanto ducharme después de usar un perfume. Pobre el Francisco, o
quizás pensándolo mejor, a él si le gustó aquel perfume chusco.
***
3 comentarios:
jaaaaaaaa
todavia nada?
Quien eres..? Quien disfruta riéndose de mis escritos..?
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