lunes, 21 de abril de 2008

Un baño, urgente...

Llevaba cerca de treinta minutos sacando copias al libro que la doctora Claudia me había pedido. Abrieron la puerta del comedor, e ingreso el licenciado Estupiñán, se me acerco y pregunto:
–Adrián, ¿te falta mucho?
–más o menos, licenciado, ¿Por qué? –le pregunte sin dejar de sacar copias.
–Sabes, quiero que me hagas un servicio, pero tiene que ser ahora. –me dijo sonriendo, agarrando un sobre en sus manos–.
–Llévale este sobre a la doctora Rocío Céspedes, ella trabaja en el quinto piso, en adquisiciones. ¿la conoces? –dijo el.
–Si, licenciado, la conozco, pero, la doctora Claudia me ha pedido estas copias, yo voy pero por favor avísele que voy a llevar este sobre por encargo de usted, no quiero que ella venga y no me encuentre aquí, haciendo lo que ella me ha pedido.
–No te preocupes, yo le aviso, yo le digo que te he pedido este favor, y que no te vas a tardar mucho. –me indico.
Me dio el sobre. Él se retiro contento, como aliviado. Salí del comedor y subí al quinto piso por el ascensor privado. Ya sabía donde trabajaba la doctora Rocío Céspedes. No me tomo mucho tiempo encontrarla. Ella era una chica muy joven, de carácter serio.
–Doctora Céspedes, buenos días. –la salude. Ella me miro sin hacer ningún gesto.
–Hola, Adrián, que milagro por aquí –me saludo–. De seguro te ha enviado el licenciado Estupiñán.
–Si, doctora, vengo de parte de él, le envía este sobre.
Ella tomo el sobre y lo abrió rompiéndolo sin cuidado, de manera brusca. Saco el documento y lo leyó con mucho interés.
–Dile al licenciado que lo voy a matar, este documento se lo pedí ayer.
Puso el documento encima de un grupo de papeles.
–Bueno doctora, eso es todo. Gracias.
–Gracias, Adrián. Chau.
Saliendo de la aquella oficina distante, mi estomago me sorprendió con un dolor agudo, me detuve, tuve la necesidad urgente de un baño. Camine muy despacio, agarrándome el estomago y llegue a los baños de ese piso. La puerta estaba abierta, me pare en la entrada, y me di cuenta que esa puerta era el baño de damas, el de caballeros estaba al costado. Camine arrastrando mis pies hasta ahí y empuje la puerta e ingrese. Era un baño muy pequeño, solo un lavatorio para manos y una división en donde esta el inodoro. No había nadie. Quise abrir la puerta de la división en donde estaba el inodoro, empujándola toscamente. No se abrió estaba cerrada.
–¡Ocupado, carajo! –gritaron desde dentro, con voz ronca.
–Puta madre, que piña –dije lamentándome, aguantando el dolor. Espere ahí adentro, con las manos en el pantalón y la cabeza apoyada en la pared. Empecé a sudar frío. Me retorcía de angustia. Parecía que me estaba trasformando en hombre lobo. Espere pocos minutos. Toque nuevamente la puerta a la persona que esta utilizado el inodoro.
–Disculpe señor, ¿se va a demorar mucho? –le pregunte, casi en tono de suplica.
–¡No me jodas carajo! –me respondió gritando y golpeando las paredes de la división haciéndolas temblar fuertemente como si fueran a caerse–. Vuélveme a tocar la puerta y salgo y te saco la entreputa jijuna de mierda.
–Por la puta madre. ¿Quién chucha esta cagando ahí, un trabajador de construcción civil? Ya te jodiste mierda–dije para mis adentros. Me molestó mucho lo que me dijo. Me quede pensando. Me acerque al lavatorio y me quede mirándome en el espejo. Debajo del lavatorio había un balde plástico de pintura vacio que era utilizado para el goteo del lavatorio. Lo agarre. Abrí el caño muy despacio y lo llene de agua sin hacer ruido. Como echando despacio cerveza en un vaso para que no salga mucha espuma. El balde quedo lleno de agua. Por un momento dude en quitarle algo de agua, pero no, lo deje así. Me acerque sin hacer ruido. Levante el balde hasta donde terminaba la división en donde estaba metido el cagón malcriado. Lo hice con cuidado, sin que se caiga el agua y delate mi pendeja intensión. Cuando el balde ya estaba ahí arriba lo volteé y deje caer toda el agua de golpe y salí corriendo. Abrí la puerta y huí de ese baño mirando hacia atrás, como huyendo de un asesino, de una bomba a punto de explotar, tomándome el estomago con una mano. Pude escuchar que el tipo dio un grito atroz y maldecía a gritos la existencia de la humanidad.
–Ojala que a nadie se le ocurra entrar a ese baño ahora, porque si lo hace ese trol lo mata. –pensé mientras corría agitado.
En el pasillo intente caminar despacio, disimulando. La puerta del baño de damas aún estaba abierta, al pasar por ahí, observe que no había nadie. Me detuve, retrocedí, mire a los costados, no vi a nadie. No lo dude y me metí al baño, y cerré la puerta. Ingrese a la división donde estaba el inodoro, asegure la puerta. Pocos minutos después sentí un alivio relajante, como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Suspire varias veces de alivio. Me quede relajado, aliviado. El terror que sentía ya había pasado.
La próxima vez que me pregunten ¿Qué te hace suspirar? Responderé: cuando voy al baño. –me dije secándome la frente.
Escuche que empujaron despacio la puerta del baño. Yo calladito levante mis pies para que no vean mis zapatos por la parte de abajo.
–No hay nadie, ven –dijo murmurando una chica–. Apúrate, entra.
Se escucharon los tacos. Cerraron la puerta. Y se rieron.
–Ay hija, por fin salgo de esa oficina, el doctor quiere que este una como esclava todo el día en mi escritorio. –dijo una de ellas.
–Ay, yo encantada seria su esclava de ese papacito. Me encanta a morir el doctor, esta regio. –dijo la otra con notorio placer al hablar.
–No seas loca oye, el doctor es casado.
Yo estaba calladito. Encerrado, sentado en el inodoro. No hacia ruidos. Si hubiesen entrado cinco minutos antes es seguro que hubieran escuchado sonidos extraños aquí.
–Ay, no se, yo por él seria capaz de pecar, seria capaz de hacer lo que él me pidiera.
Una de ellas soltó una carcajada. –No seas veleta, déjate de decir pavadas y pásame uno. –dijo la que parecía ser la más centrada. No sabía a que se refería con eso de “que le pase uno”
–Toma, este es bueno, ya lo he probado, es riquísimo. –dijo la chica que deseaba ser esclava. Yo, seguía ahí, sin moverme, sin hacer ruidos. Mire mis zapatos, y los levante más para que ellas no los vean. Se escucho el sonido de un encendedor. Instantes después, se pudo oler el humo de cigarrillos. Las chicas habían ingresado al baño a fumar. El olor del humo era un tanto extraño, era un aroma un tanto dulce y penetrante. Ojala no sea otra cosa –pensé asustado.
–Ay hija, ya no soporto esa bulla de mierda, de esa gente que hace escándalo afuera. –dijo tosiendo la más atrevida de las dos.
–Déjalos, están pidiendo con justa razón que les aumenten su sueldo.
–Pero como joden, oye, en la mañana al ingresar casi me cae un huevazo que me lanzo un cholo de mierda. Yo lo mire con desprecio. Aj...
Me daban ganas de reír, por la cosas que hablaban, y del nerviosismo de estar ahí escondido, esperando que se vayan.
El baño se lleno de humo.
–¿Donde voto el pucho? –pregunto una de ellas–. No veo el tacho de la basura. Que mierda, lo voto al lavatorio.
–Abre el caño para que pase y no se quede ahí.
–Quiero fumarme otro, china, estuvo riquísimo. Vamos a quedarnos un rato más. –dijo la más atrevida, riéndose–. No se van a dar cuenta, te lo juro. Charito nos esta cubriendo. No va ha pasar nada.
–No, mujer, mejor vamos avanzando, ya ha pasado mucho tiempo. Si el doctor se da cuenta a la que reñirá será a mi, y no a ti.
–A mí que me riña, que me muerda, que me pegue, que me azote, me apriete, que me haga gritar, yo encantadísima de la vida. –dijo chupándose los dientes, la más atrevida.
(Ya me empezaba a justar la manera de hablar de aquella mujer…)
Se escucho que abrieron la puerta y la volvieron a cerrar fuerte.
–Lávate las manos, ese olor es fuerte, se pueden dar cuenta.
–Gaby, este cigarro me ha dejado media tonta, oye.
–No digas piedras y ya vamos Zaidy, que el jefe ya debe de haber regresado, apúrate.
–Ay, que rico, quisiera verlo de nuevo, y que me pida todo, yo se lo doy todo…todo.
–Déjate de hablar huevadas, oye y camina. –dijo la más centrada.
Cerraron el caño del lavatorio y abrieron la puerta. No se escucho ruido.
–Ahora es cuando, sal de aquí antes que vengan más chicas a fumarse un pitillo a este baño. –pensé.
Salí de la división en donde estaba el inodoro. Abrí un poco la puerta del baño, saque la cabeza, mire, no había nadie en los pasadizos. Salí y volví a ingresar al baño de caballeros a lavarme las manos.
Un tipo muy gordo, con cara de asesino, con la camisa y la corbata desarreglada salio todo mojado de la división en donde está el inodoro. Estaba maldiciendo a todas partes. Era el mismo tipo que minutos antes me había insultado desde dentro del baño, y al que yo le había aventado un balde con agua. El gordo con cara de asesino tenia el balde en su mano. Yo lo quede mirando, trataba de mantener la calma. No le dije nada, estaba seguro que si yo hablaba me reconocería la voz de inmediato, y me estrangularía ahí en ese baño y me dejaría votado en suelo.
Conservé la calma, todo lo que hacía lo hacía muy despacio, muy lento. Me acerque al urinario y me quede parado ahí. Había un silencio angustioso y terrible ahí dentro. El tipo tenía el balde en una de sus manos, se miraba en el espejo lo mojado que estaba, poniendo cara de querer matar a alguien. Era algo calvo, y los pocos pelos que tenia en la cabeza los tenia mojados, y los tenia en toda su cara.   
Me lave las manos con jabón líquido, en calma. Me arregle la camisa y el nudo de la corbata. Mirando de reojo al tipo todo mojado. (Por si acaso)
–Oiga ¿tiene papel higiénico? –me pregunto el tipo con una voz gruesa. Yo me quede en silencio un momento, como pensando qué hacer, qué responderle. Él me quedo mirando, como esperando mi respuesta. No le respondí, no hable, solo le hice "no" moviendo la cabeza. Si decía algo estaba seguro me reconocería y mataba a golpes. Él seguía diciendo groserías para si mismo. Abrí la puerta y salí del baño, muy despacio, en calma. En los pasadizos de regreso a la oficina pensé, estos baños son peligrosos.