Cuando
me hablaron por primera vez de ella y me dijeron su nombre, me quedé pensando
en que era un nombre bonito. Me quedé
con la intriga, el interés y las ganas de conocerla, de ir y verla. Todos
conocían su nombre, todos hablaban de ella. Y yo casi moría de las ganas por la
emoción de conocerla.
Ipanema, ese era su nombre, así se
llamaba, así me la presentaron, con ese nombre la conocí. Todos la conocían con
ese nombre. Así se llamaba aquella discoteca de los sábados, de mis sábados. Cuando
pregunté donde quedaba, me dijeron cerca a la playa, sólo camina a la playa y
la música te dirá donde queda. Era verdad, estaba muy cerca a la playa, en una
casona grande, una casona cercada de paredes blancas, con un inmenso jardín
cerca a la playa. Cuando entré por primera vez a Ipanema, me recibió con la música de “Blondie”, con la canción “Rapture”
en ingles y yo viendo el video en una pantalla grande y leyendo la traducción en
castellano que decía:
“Bailando en los dedos de los pies, con pasitos cortos.
Con
la respiración del cuerpo casi en estado de coma.
De pared a pared, la gente hipnotizada saltando livianamente
De pared a pared, la gente hipnotizada saltando livianamente
Espaldas
con espaldas sacro ilíacas. Movimiento de espinas y un ataque salvaje.
Cara
a cara con una ciega soledad, chasqueando los dedos”
Yo
en Blue Jeans, zapatillas All Star
blancas y polo blanco con el logo de Lewis
en el centro, así me sentía cómodo, así me sentía bien. No era sencillo entrar
a aquella discoteca, tenías que tener cierta valentía para decidir entrar, si
lo tenías era sencillo, era muy fácil,
sólo empujabas el inmenso portón de madera y ya estabas dentro de ella. El
inmenso jardín te recibía con luces colores
rojos y anaranjados que cambiaban de intensidad cada cierto tiempo. Cuando
entrabas podías sentir que entrabas a un lugar mágico, un lugar preparado para
darte recuerdos para toda tu vida, un lugar donde podías escuchar canciones
bellas, saboreando la brisa del mar y mirando el cielo estrellado. Los perfumes
de todas las chicas se combinaban mágicamente en una fragancia deliciosa que te
hacían entrar por unos segundos en un trance hipnotizante, trance que te hacia
feliz por unas horas, y te dejaban con los deseos persistentes de regresar de
nuevo a ese lugar mágico.
Ipanema era una discoteca que no tenía
pista de baile. Pero tenía una inmensa piscina en el jardín, piscina que prudentemente
estaba vacía. Los chicos y chicas bajaban por las escaleras de metal y bailaban
ahí abajo en el piso de la piscina. Cuando las chicas levantaban los brazos se
veía raro y a la vez bello que de la piscina vacía sobresalieran aquellos
brazos delicados en movimientos acorde a la música que sonaba en los parlantes.
Al borde de la piscina habían colocado luces de colores que le daban vida y color
a ese lugar oscuro en donde la gente en movimientos de The Police, Soda Stereo,
y Los Prisioneros, la hacían un lugar
extraño pero preciso para el mágico momento de bailar y dejarse llevar por la
música. No importaba donde bailar, así fuera en la piscina o en jardín, pero
era mágico que casi todos se dieran el tiempo de bajar hasta la piscina para
bailar.
Era
algo gracioso, porque aparte de la alegría de bailar, también era gracioso
porque por los niveles de profundidad del piso de la piscina, a veces la chica con quien bailabas, la veías
más alta que tú, porque ella estaba centímetros arriba, y cuando te movías al
otro lado, a ella la veías abajo, y así se intercambiabas mientras bailabas. Pero
a esa edad, en tu juventud aquello no te importaba, bailabas feliz, contento,
sin conciencia del tiempo y la hora. Sólo querías sentir la música acompañada
de luces intermitentes de colores cálidos.
Cuando
querías comprar un trago, entrabas dentro de la casa pintada toda de blanco, salías
con tu trago al jardín y te sentabas en una mesa redonda de madera rustica, y
troncos gruesos cortados que hacían de sillas.
Pusieron
la canción “En algún lugar”, de “Duncan Dhu”, y saque a bailar a una
chica bonita, de cabello lindo, y labios rojos, ella sin decirme nada aceptó,
bailamos suave, con movimientos delicados, ella tenía un manera de bailar
naturalmente bello, bailaba distraídamente bonito. Tenía un vestido corto, piernas
largas, zapatos bajitos, era alta, casi de mi estatura, bailaba lindo, movía su
cabeza y cuando lo hacia movía sus cabellos largos y ondulados. Las luces amarillas
a veces dejaban ver su pálido rostro y sus labios rojos. Me acerqué a su oreja
y le pregunte. -¿Cómo te llamas?
Ella
se acercó y me dijo al oído; Isabela, sonrió bonito, y siguió bailando. Y “Duncan Dhu” decía:
Cuando terminó la canción, ella me tomó de la mano y me dio un besito en la mejilla y se fue. Se acercó a su grupo de amigas, en donde ella era la más alta. Al rato vi cómo ella y sus amigas se iban de Ipanema, antes de salir, ella volteó y me sonrió.
Sabía, quería, deseaba
volver otra noche más a aquel mágico lugar llamado, Ipanema.
“En algún lugar de un gran país,
olvidaron construir, un hogar donde no queme el Sol.
Y
al nacer no haya que morir.
Y
en las sombras mueren genios sin saber, de su magia concedida sin pedirlo mucho tiempo, antes de nacer.
No hay caminos que lleguen hasta aquí, y luego pretendas salir.
No hay caminos que lleguen hasta aquí, y luego pretendas salir.
Con
el fuego del atardecer arde la hierba.
Un
silbido cruza el pueblo.
Y
se ve, un jinete que se marcha con el viento, mientras grita, que no va a
volver.
Y
la tierra aquí, es de otro color.
El
polvo lo debe saber.
Los
hombres ya no saben si lo son, pero lo quieren creer.
Las
madres que ya no saben llorar, ven a sus hijos partir.
La
tristeza aquí no tiene lugar, cuando lo triste es vivir”Cuando terminó la canción, ella me tomó de la mano y me dio un besito en la mejilla y se fue. Se acercó a su grupo de amigas, en donde ella era la más alta. Al rato vi cómo ella y sus amigas se iban de Ipanema, antes de salir, ella volteó y me sonrió.
2 comentarios:
Bien descrita, esperando la segunda parte:)
tu fan lectora ;)
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