Desde
el balcón de madera de su casa, Jennifer me hace señas con sus manos para que
la espere. Yo sentado frente a su casa, en una banca de la plaza de armas. Ella
al rato baja, cruza muy relajada la pista. Yo me pongo de pie. Nos saludamos
con besito muy discreto. Caminamos hasta el lado contrario de la plaza de armas
y nos sentamos en una banca. Jennifer, mi enamorada de aquel entonces, me dijo
que no saldría al día siguiente sábado. Dijo que no tenía permiso para salir la
noche del sábado. Me lo dijo así de una manera como si no le importara. Yo me
quede escuchándola, mirándola un momento sin decirle nada. Sólo tomé su mano
cómo señal de que no se sintiera mal. Luego de un momento ella se despidió
fríamente con un beso en la mejilla. Pensé que era por la molestia y malestar
de no poder salir un sábado. Yo me fui a casa, pensando que al día siguiente no
podría verla ni pasar unos momentos con ella.
Con
mis amigos, el día sábado nos reunimos y decidimos irnos a la disco en grupo,
los tres juntos. Yo por dentro algo apenado de que Jennifer no podría
acompañarme. Otras veces cuando ella me decía que no podría salir porque no le
daban permiso, yo en solidaridad tampoco salía y me quedaba en casa, viendo
películas en mi habitación o simplemente escuchando música. Pero esta vez mis
amigos me animaron a salir con ellos e irnos a la disco. Eso hicimos, tomamos
un taxi viejo que nos dejó cerca al centro.
Al
llegar a la disco, vimos mucha gente afuera, esperamos a entrar y luego de un
rato conseguimos ingresar. Al entrar estaba sonando la canción “One way ticket” (un
ticket de ida, a la tristeza) del grupo Eruption. Las
siluetas oscuras se dejaban notar gracias a la cortadora infaltable en una
disco. Todos bailaban aquella canción, las luces intermitentes apenas
alumbraban el ambiente. Era difícil no seguirle el ritmo a aquella música tan
melodiosa, así que mientras caminábamos lo hacíamos bailando un poco.
Al
centro de la pista había un grupo grande de chicos y chicas que bailaban. Entre
todas ellas se me hizo conocida una figura femenina, aquella figura algo oscura
era conocida para mis ojos, en algún lugar he visto esa figura, pensé por un
momento. Mis recuerdos conocían aquella figura, aquellos movimientos, aquel
estilo de bailar, aquel modo de mover esas manos, pero no lograban reconocerla
del todo. Volví a ver aquella figura y sí, era conocida para mí, pero no
lograba reconocerla porque no le podía ver el rostro, pero su manera de bailar,
su manera de mover el cabello, las manos, los hombros, me era muy familiar. Me
quedé pensando, ¿Dónde he visto esa figura antes? Hice un esfuerzo para mirar
mejor mientras seguíamos entrando a la disco, mientras caminábamos a aquella
esquina donde siempre nos gustaba acomodarnos. Yo caminaba sin dejar de verla,
para tratar de saber quién era esa chica que me parecía tan conocida. Las luces
ámbar y anaranjadas iluminaron unos segundos su rostro y cabello, y pude
reconocer que esa chica era, Jennifer, mi enamorada; que el día anterior me
había dicho que no saldría porque no tenía permiso. Pero ahí estaba, en el
centro de la pista de baile, bailando y disfrutando de la música a su gusto y
agrado.
Sentí
que se me hizo un vacio en el estomago. No lo podía creer, verla ahí a ella
bailando con total soltura, naturalidad y despreocupación. Hice un esfuerzo
para disimular lo sorprendido que estaba. El choque que me había dado de
haberla encontrado ahí bailando no era pequeño, lo sentí fuerte, me estremeció
todo. Aquella sensación de sorpresa y desilusión combinadas era primeriza para
mis primaverales años de juventud. Nunca la había experimentado antes, ni
imaginado siquiera. Pero no la olvidaré, aquella sensación, era y será, desagradablemente
inolvidable.
Seguí
haciendo lo que siempre hacía, al costado de mis dos amigos, viendo y
reconociendo a las personas que estaban ahí. Noté que mis amigos no llegaron a
verla a ella en ese momento, y yo seguí parado ahí como si nada hubiera pasado.
Recién acabamos de entrar a la disco y estábamos acomodándonos en aquella
esquina de siempre. La canción termino. Y les dije a mis amigos que iría a los
servicios higiénicos. Caminé con calma, sereno, tratando de recuperar el
aliento, y antes de entrar a los servicios en la puerta me encontré con Camila,
una amiga de Jennifer, que al verme abrió más grandes sus enormes ojos. Ella
estaba a punto de entrar a los servicios, pero al verme desistió, se dio media
vuelta y caminó rápido hacia donde estaba Jennifer. En ese instante, empezó a
sonar la canción “Loverboy”
de Billy Ocean.
Yo con más experiencia y menos delicadeza de hacerme camino entre la gente,
caminé más rápido que Camila y llegué primero donde estaba Jennifer, al estar
frente a ella le extendí mi mano en señal de que baile conmigo, ella al
levantar la mirada me vió y su expresión de felicidad cambió a una expresión de
sorpresa, seriedad, y resignación de verme ahí frente a ella sacándola a
bailar. Sólo atinó a tomar mi mano lentamente, al instante llegó Camila, y yo
la miré con cara de “te
gané, llegué primero, sorry” ella se tomó los labios con una mano y se fue
a su grupo de amigos. Durante el tiempo que duró la canción, Jennifer y yo no
hablamos ni nos dijimos ni una palabra, sólo bailé con total naturalidad, como
siempre lo hacía, sin expresar malestar ni disgusto. A ella se le podía notar
su incomodidad, porque su manera bailar no era fluida ni natural ni espontanea
a como bailaba cuando la vi al entrar a la disco. Al terminar la canción le di un
beso en la mejilla y me retiré donde mis amigos. Ella trató de tomar mi mano de
manera suave, pero yo seguí caminando. Llegué donde estaban mis amigos y ellos
me alcanzaron un vaso con cerveza combinado con Coca-Cola. Ellos
ya habían visto a Jennifer bailando conmigo, pero ellos no dijeron nada, eran
discretos, en aquellos asuntos eran serios, no bromeaban.
Continuó
sonando las canciones, un amigo se fue a bailar y me quedé con mi otro amigo,
él se me acerco y me dijo que porque no llamaba a Jennifer para que nos
acompañe, yo le respondí que ya se lo había dicho y que vendría al rato, él
asintió con la cabeza.
Salí
a bailar con una chica desconocida, que bailaba de una manera singular, por
momentos ella levantaba su cabello y lo dejaba caer, yo la miraba con calma,
pero me agradaba su manera de bailar. Al terminar la canción ella me dio un
beso en la mejilla y se retiró caminando de puntitas.
La
disco estaba más llena de gente, aquella disco era en aquel entonces la
favorita, siempre se llenaba de chicos y chicas de buen gusto por el pop rock y
el rock de moda. Era grande, su iluminación era muy tenue, con luces
intermitentes, y cortadoras que le daban vida a ese inmenso espacio de
diversión.
Deje
de mirar donde estaba Jennifer, cómo sino me importara, pero para mis adentros
si me importaba, pero trataba de disimularlo. Mis amigos y yo nos acercamos a
la barra y pedimos una cerveza pequeña para cada uno y nos quedamos ahí
viendo a los demás desde aquel lugar.
Al
rato sentí que alguien me jalaba de la camisa jean, era Camila, la amiga de
Jennifer. Pensé que me iba a proponer otra carrera al centro de la pista de
baile, una revancha, pero no, se acercó para otra cosa.
–Jennifer
desea que te acerques donde ella. –me dijo al oído. Yo la miré y asenté con la
cabeza. Ella se retiró algo incomoda.
Todos deseamos muchas cosas, pensé para
mis adentros.
Mis
amigos, me hicieron señas de qué pasaba. Les dije que Jennifer desea que nos
acerquemos a su grupo, ellos se miraron luego me miraron, y sonrieron. Al rato
vamos, les dije.
Me
quedé en la barra por largo rato, mis amigos a veces salían a bailar y yo me
quedaba esperando hasta que se acabó mi cerveza.
Al
rato Jennifer se me acercó, saludo a mis dos amigos, luego me tomó de la mano y
me jaló a bailar con ella. Mientras bailábamos, ella intentaba hablarme,
preguntándome desde que hora estaba yo en la disco, que su madre se animó a
darle permiso a último momento. Yo solo la escuchaba y asentaba con la cabeza
con calma, estaba más concentrado en bailar. Cuando terminó la música, ella me
tomó de la mano y me dijo que teníamos que conversar, y yo le dije, por
supuesto, tenernos que conversar, pero no ahora. Le di un beso en la mejilla,
le dije chau,
y me acerque donde mis amigos. Ella hizo lo mismo regresó a su grupo. Mis amigos
se dieron cuenta que las cosas no andaban bien, pero no me lo expresaban con
palabras, se les podía notar en su manera de actuar.
“Voy
a tomar aire afuera”, ya regreso les dije a mis dos amigos. Aquellas palabras
significaban para nosotros que ya me despedía por motivos propios. Ellos me
dieron la mano de forma elevada, luego caminé a la puerta y salí de la disco.
Caminé sin mirar a nadie, sin mirar hacia atrás. Al llegar a una avenida
principal tomé un taxi y me fui a casa. En el camino, con la cabeza recostada
en la ventana, pensaba que habían sido varias veces que ella me decía que no
que no saldría, y yo en solidaridad con ella tampoco salía, me quedaba en casa
como un tonto. Pero esa noche si me animé a salir, y que sorpresa me encontré.
1 comentario:
Aquella historia no me la sabía, aún te guardas muchos secretos e historias. Sigue escribiendolas y contandolas, encantada las leería. Con apreciado cariño, "A".
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